Cada vez más colonos se arman para combatir la creciente inseguridad

Domingo 21 de junio de 2015
Los colonos se arman para cuidar a sus familias y evitar robos del dinero que consiguieron con trabajo. | Foto: Luciano Ferreyra
“Estamos peor que en Bonanza. Ahora tengo que armarme y esperar, si me matan o les mato”, alertó Clemente Sokalski luego del violento robo que sufrió su familia en Colonia Yapeyú, municipio de Guaraní, a manos de sujetos fuertemente armados.
La frase del productor yerbatero, que hizo referencia a la legendaria serie televisiva que transcurría en el rancho La Ponderosa, grafica dramáticamente la inseguridad que golpea a las chacras de la zona Centro y la necesidad de armarse que refieren los colonos como última opción para proteger sus vidas y sus bienes.
Los vaqueros de Bonanza se enfrentaban a los indios, cuatreros y maleantes que asolaban el viejo Oeste, pero, al fin y al cabo, era ficción y entretenimiento.
Hoy, en cambio, la gente de la colonia se ve obligada a defenderse de brutales delincuentes que disponen de una importante logística y verdaderos arsenales, chalecos antibalas, vehículos y conexiones locales que hacen las veces de “dateros” o “entregadores” que marcan a las víctimas.
En las historias de La Ponderosa, siempre ganaban los buenos, pero la crónica de la inseguridad en nuestras chacras se escribe con sangre de gente honesta y trabajadora, que tal vez peca de ingenua y, por ello, la necesidad de alertar sobre el accionar de estas bandas.
Precisamente, si Sokalski aceptó hacer público los pormenores del hecho que sacudió a su familia, fue con la única intención de prevenir a la comunidad, ya que, en su caso, los delincuentes se hicieron pasar por funcionarios de la Afip-DGI, que pretendían inspeccionar los movimientos del secadero de yerba.
“Hay que avivar a la gente, que no confíe tanto y que tengan mucho cuidado si llegan diciendo que son inspectores, como nos pasó a nosotros. También hay que cuidarse y no comentar los negocios que uno hace, menos con extraños”, subrayó.

Vivir con miedo
Si bien en los últimos meses se registraron varios golpes contra medianos productores, como el perpetrado en noviembre pasado en perjuicio de Juan Ángel Frei y su familia, en la Sección Décima de Campo Ramón, el abanico delictivo es muy amplio y va desde el robo de yerba -mediante cuadrillas que cosechan de noche- hasta violentos asaltos a ancianos.
En ese contexto de inseguridad creciente, muchos colonos se vieron obligados a recurrir a las escopetas que estaban guardadas en los roperos, último recurso para proteger sus bienes.
“El año pasado, me robaron ocho mil kilos de yerba, un perjuicio de 32 mil pesos. Para colmo, cortaron con machete y me arruinaron muchas plantas”, lamentó un productor de General Alvear, que reconoció que sale armado a recorrer la chacra y, por las noches, tiene la escopeta al lado de la cama.
“Igual, en caso de ser necesario, el primer tiro voy a tirar al aire. No creo que sea lindo matar a un prójimo, pero la cosa está muy fea y yo mezquino a mi familia”, subrayó convencido.
En ese contexto, explicó que tiene una chacra de 25 hectáreas y todas las tardes recorre algún sector a manera de prevención. En esa tarea lo ayudan un peón y su hijo de 17 años.
“Uno hace las cosas para que los hijos tengan un futuro y me gustaría que ellos estén tranquilos en la chacra, pero la inseguridad nos preocupa y el más grande siempre me insiste en que venda todo y nos mudemos al pueblo”, reconoció con un dejo de tristeza. Lejos quedó el tiempo donde la gente de la colonia iba a la ciudad para hacer las compras del mes y dejaba la casa abierta. Hoy viven entre rejas y candados, y cualquier coche que llega es sospechoso de antemano.
En general, el vecino más cercano vive a mil metros y de noche el miedo aumenta. Para colmo, la señal de celular es muy mala y en la zona rural la Policía tiene escasos medios para cubrir amplias jurisdicciones y combatir a los maleantes. En consecuencia, es imposible realizar patrullajes de prevención.

La plata en el colchón
Un poco por idiosincrasia y también por decepciones pasadas, muchos colonos no confían en los bancos y prefieren tener la plata en casa. En mejores épocas, era normal que en cada cosecha de yerba renovaran la camioneta o compraran un tractor para invertir.
“Hoy no nos da el cuero para tanto, al menos a los medianos productores, pero en los últimos años mejoraron los precios y hay colonos que hicieron plata. El peligro es que muchos guardan la plata abajo del colchón, como se dice, y es un riesgo grande. Gente que, por ahí, hace tres o cuatro cosechas que no invierte y tiene toda esa plata en la casa. Y 750 mil o un millón de pesos es mucho para tener abajo del colchón”, detalló un colono de Los Helechos.
Por ello, subrayó en la necesidad de ser cautelosos con relación a lo que se comenta por fuera del entorno familiar, aunque opinó que “a veces hay que cuidarse hasta de la propia familia de uno”.
En la colonia, todos se conocen y el hecho de que muchos renieguen de los bancos facilita la tarea de los malvivientes, siempre a la pesca del dato que propicie un golpe.
“En mi caso, los días que le pago al personal un peón me acompaña armado. Yo no voy a facilitar que unos sinvergüenzas me liquiden”, aseguró con firmeza un productor entrado en años.

Oportunistas al acecho
En diálogo con este diario, otro productor remarcó que “el colono tiene que avivarse, porque por ahí alguno entra a un bar y cuenta que el hijo vive en Alemania o Suiza y que todos los meses le manda plata. Eso no hay que hacer, es mandarse uno mismo al matadero”.
En el mismo sentido, existen habitantes de la zona del Alto Uruguay que cobran pensiones en Brasil y suelen ser blanco de oportunistas, justamente porque pecan de confiados en ámbitos equivocados.
En este punto cobra relevancia la figura del “datero”, el eslabón local de la cadena delictiva que percibe un monto por aportar datos de la posible víctima. Según fuentes de la propia Policía, en la zona operan bandas “mixtas” integradas por foráneos y dateros locales.
Este tipo de organización delictiva habría perpetrado el robo a la familia Sokalski, cuyo líder tenía acento porteño, tal como declararon las víctimas.
Por ello, en los últimos días los investigadores policiales siguieron la pista del presunto entregador, un sujeto de alrededor de 30 años nacido y criado Colonia Yapeyú, quien posee antecedentes contra la propiedad privada y estuvo preso.
De todas formas, hasta el momento las autoridades no lograron dar con su actual paradero.
“Es conocido de todos y su nombre surgió enseguida. Estuvo un buen tiempo en Buenos Aires y allá también tuvo problemas con la ley. Se lo suele ver por acá y después desaparece. Hace un par de semanas lo vieron con unos porteños, pero ahora la Policía no lo ubica”, reconocieron.


“Tenían el dato” Como publicó El Territorio, el violento robo en Colonia Yapeyú fue protagonizado por al menos nueve sujetos que se movilizaban en dos vehículos, actuaron a cara descubierta y sabían que los dueños de casa habían realizado una importante transacción y disponían de una fuerte suma de dinero.
Pero según reconocieron tras el hecho, apenas días antes la familia había invertido gran parte de ese dinero en la compra de una propiedad y por ello los malvivientes se alzaron con un botín de 30 mil pesos, mucho menos de lo que exigieron en principio a los dueños de casa.
“Tenían el dato, pero llegaron un par de días tarde. Nos pedían más plata y amenazaron con cortarme los dedos, pero por suerte nos creyeron que no teníamos más y se fueron”, señaló Sokalski.
Y graficó lo vivido con una frase que estremece: “En un momento pensé que íbamos a ser el segundo caso Knack. A mi mamá y a mi hermana las tenían atadas al lado de la cocina a leña. Y a mi hermano y a mí nos taparon con trapos, como para prendernos fuego”.

Por Daniel Villamea
fojacero@elterritorio.com.ar


:: Notas relacionadas
El miedo avanza
Wanda Pilaszek: “Pensé que nos iban a matar”
Mujeres y ancianas en la mira de delincuentes
Durante meses se encargaron de infundir temor entre agricultores
Casi mataron a un joven por 130 pesos en Colonia Victoria
Con el dato en mano, la banda no tarda en subir al escenario