Con el dato en mano, la banda no tarda en subir al escenario

Domingo 21 de junio de 2015
La escopeta se transformó en el elemento de confianza. | Foto: Luciano Ferreyra
Para Clemente Sokalski, las leyes en colonia Yapeyú se aplican de manera diferente: "Si vuelven, los mato o me matan". Desde que el productor fue víctima junto a su familia de la furia de una banda de asaltantes, su rutina es acompañada por una escopeta limpia y presta a ser utilizada sin contemplación ante la sospecha de peligro.
Con golpes y amenazas de muerte y secuestro a punta de pistola, le arrancaron -diez días atrás- 30 mil pesos en efectivo.
El instante para la familia Sokalski quedó marcado para siempre. El mismo en que los inspectores de la Afip, que recorrían el emprendimiento, dejaron de serlo y se transformaron en los feroces delincuentes. Blandieron pistolas, insultos y el mínimo interés por la vida ajena.
Para los investigadores, del manual de sospechas surgió la contundente afirmación: "Seguro actuaron gracias a un entregador".
Pero los avances fueron pocos, o nulos, y volvieron a chocar con la reiterada conjetura de que los maleantes provienen de organizaciones foráneas, las que pagan por los datos, ejecutan los golpes y desaparecen si la suerte los acompañó con el monto del botín.
Pesquisas y trajinados instructores judiciales consultados advirtieron que los asaltos a colonos en sus propias chacras no son fruto del azar o de los movimientos al voleo de bandas que escapan de otras provincias. Aumentaron por la fragilidad de los controles policiales, por la falta integral de recursos para recorrer amplias zonas de monte y múltiples vías de escape, terrestres o fluviales. Aparecer y desaparecer de la provincia no les cuesta nada.
¿Cómo obtienen datos o la información de sus víctimas? La respuesta surgiría de múltiples factores y actores. Desde un empleado bancario que comenta el retiro de dinero de un empresario de la colonia, fruto de la entrega de tabaco por ejemplo, a un curioso remisero que establece horarios y días de los movimientos de dinero en efectivo, o a un policía que la codicia lo sedujo a la traición a quien debía custodiar.
¿Quiénes les suministran uniformes de Gendarmería, Policía o la vestimenta de una sabueso fiscal?, la respuesta tampoco se alejaría de las opciones anteriores.
"Los datos se venden por poca o mucha plata, depende del golpe que se quiera ejecutar. Incluso, hasta la dificultad del mismo marca si se cobra por adelantado o se espera al resultado". La explicación emerge de un investigador de la Policía provincial, que recalcó que, en el "mundo del delito actual, todo cambia a cada instante y hasta los delincuentes se sorprenden de quienes les acercan o les ofrecen la información sobre cajas fuertes, cobros de cosechas, herencias, etcétera (...) Ya no existe solamente el agente de policía que traiciona su vocación. Hoy, cualquier pariente puede entregar a su primo o tío por pocos billetes".
En cuanto a los ejecutores de los asaltos, los roles de cada banda serían protagonizados por piratas del asfalto o robacoches del conurbano bonaerense y grandes capitales argentinas, con fuertes contactos establecidos en localidades como Oberá, Iguazú, Eldorado y Posadas.

Por Javier Pelozo
fojacero@elterritorio.com.ar

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