Cocinar para 45 personas le devolvió la vida a Marta

Domingo 14 de diciembre de 2014
Entusiasmo. | Con 64 años intenta que los más jóvenes comprendan a los mayores. | Foto: Natalia Guerrero
Encontrar el lugar propio es encontrarse a sí mismo. Y Marta Capaia lo encontró y se encontró. Su lugar es la cocina, su necesidad es el contacto con la gente, su deseo es ayudar a gente que, como le sucedió a ella, está encerrada y necesita salir del pozo. Hoy dirige el Centro de Jubilados Cristo Rey, pide comprensión, paciencia y cariño para los adultos mayores y los invita a seguir activos y disfrutar la vida.
“Soy viuda desde hace 14 años. El Centro de Jubilados me devolvió la vida. Va a hacer un año que estoy como presidenta, pero empecé a venir como voluntaria a cocinar, porque me gusta demasiado cocinar, es una cosa que amo desde que tengo uso de razón, hace unos ocho años”, cuenta la mujer, quien tiene 64 años, es pensionada y merced a la moratoria previsional está a punto de jubilarse.
Tras la muerte de su esposo, su mundo cambió y durante un tiempo no la pasó nada bien: “Cuando falleció mi marido fue muy duro, falleció de golpe, a la mañana se enfermó y a la tarde falleció. Mis hijos volaron, como es la ley de la vida. Tenía un negocio, pero después dejé todo porque sola no podía seguir. Era una despensa de barrio y era continuo el contacto con la gente, por eso cuando falleció mi marido y cerré el negocio, ahí me quedé como aislada, encerrada en mi casa, y eso fue muy feo para mí”.
Pero apareció el Centro de Jubilados y, tal como repite en varias ocasiones, le salvó la vida: “Empecé a venir y cada vez me fui metiendo más en las actividades, viendo las necesidades. Todos los días vengo a las 6 de la mañana, cocino, me ayuda una señora y estoy feliz; para mí es mi segunda casa, paso más tiempo acá que en mi casa y trato en lo posible de ir mejorando el centro cada día”.

Así es mejor
Con la experiencia de ver y tratar con las dificultades que atraviesa la gente de la tercera edad, Capaia expuso algunas de las claves que los jubilados y sus familias deben tener en cuenta.
“Hay muchos que están solos, muy solos, hay muchos casos en los que los hijos abusan de los padres y todo el tiempo les piden que cuiden a los nietos, pero ya no somos niñeros, los años que nos quedan de vida tenemos que tratar de disfrutar. Yo tengo dos nietos, los amo y los malcrío todo lo que puedo, pero la responsabilidad es de los padres. Yo les digo siempre que traten de hablar con los hijos, incluso le dije una vez a una abuela 'decile a tu hija que venga a hablar conmigo', vino, le hablé mucho y entró en razón, me agradeció”, narró.
De aquella experiencia recordó que desde ese momento la abuela continuó ayudando a cuidar a sus nietos, siempre y cuando sus tiempos se lo permitieran.
Añadió un nuevo aspecto que se puede corregir: “También hay casos de hijos que quieren llevar a sus padres al asilo, cuando el Pami paga cuidadoras en sus casas. Es triste cuando los quieren llevar, 'ya no sirven mamá y papá, entonces vamos a depositarles en un lugar'. Hasta que Dios diga basta hay que vivir la vida. Hay gente que no puede caminar y por eso les entregamos viandas”.
Otra cuestión a la que se opone Marta es al mito de que la conducta de los mayores y ancianos es imposible de modificar.
“El viejo puede cambiar, algunos son ñañosos, pero hay formas de tratarlos y de tratar de sacarlos de ese ambiente en el que están viviendo. Hay una señora con la que no sabían qué hacer, porque estaba en la casa y no se quería bañar, no quería comer, y vino el hijo a hablar, le dije que la traiga un día, empezó a venir y se relacionó con una señora, con otra y cambió su vida, los hijos están encantados. Costó, ojo, no fue de un día para el otro; venía una vez, otra vez no venía, pero ahora viene todos los días, no falla nunca, se anota en todo”, ejemplificó.
Y en el mismo sentido, aseguró: “Pueden cambiar, pero necesitan mucha paciencia, dedicación, escucharles, porque a veces nadie les escucha, en la casa los hijos no tienen tiempo para los viejos, esa es la verdad. Con los abuelos hay que tener paciencia. Yo no soy joven, pero no me considero tampoco una vieja, me gusta tenerles paciencia y les digo a los jóvenes ‘tratales con respeto, con cariño’; donde les das un abrazo y un mimo, ya les compraste”.
Un ejemplo de la efectividad de este recurso lo vivió en carne propia con una anciana que asiste cada mes a retirar la bolsa con alimentos.
“Apenas puede caminar, pero desde el primer día le traté con cariño y ahora ella me busca porque quiere que yo la atienda. Todo lo que se siembra, se cosecha; todo lo que das, vuelve, todo lo que deseás a los demás, Dios te va a devolver. Yo les cuidé a mis padres hasta el final, quedé sola y Dios me dio esto, que es el regalo más grande que me pudo dar”, opinó.

Ayudar y ayudarse
“Para mí es un regalo estar rodeada de 45 personas y hacer lo que más me gusta, que es cocinar”, dice Capaia sonriente.
Dar de comer es su pasión y hacerlo para los jubilados redobla su aprecio por la labor. “Antes cocinaba para los grupos juveniles de la parroquia San Alberto, campamentos de 100 chicos por 15 días, era desayuno, almuerzo y cena. Y ahora es para gente que lo necesita de manera especial, tiene sueldo mínimo, son personas que están solas, que es lo que el Pami siempre quiere atender”.
El centro Cristo Rey, ubicado sobre la avenida Bustamante a dos cuadras de la avenida Uruguay, reparte mensualmente 350 bolsones de alimentos y también interviene, a pedido del Pami, el centro que funciona en Parque Adam y tiene 250 beneficiarios.
Esto hace que a Marta la busque gente que le plantea sus dificultades: “Ahora por suerte tenemos psicóloga y eso me ayudó mucho, porque venía un abuelo con problemas, ‘porque mi hija esto, mi hijo lo otro...’, y vos tenés que escucharle, porque te das cuenta de que necesita hablar y desahogarse, pero la cocina lleva tiempo, es entrada, plato principal y postre para 45 personas, pero gracias a Dios ahora vienen y conversan con ella, porque vienen con distintos problemas, distintas dificultades”.
Los jubilados asisten por la mañana, se reúnen a conversar y a jugar al truco o a la lotería. Además, disponen de enfermería, masajes y psicología, y por la tarde hay talleres de yoga y gimnasia. Capaia destacó el trabajo codo a codo que realiza toda la comisión directiva.
Estas actividades se llevan a cabo de lunes a viernes. “Los fines de semana descanso, somos de familia muy unida, tengo dos hermanas más en Posadas. También visitamos el asilo Melvin Jones de Apóstoles”, finalizó Marta antes de seguir trabajando en lo que más le gusta.

Por Mariano D. Bachiller
@marianobach


:: Notas relacionadas
Palabras mayores
La casa de Ana es punto de encuentro en Rocamora
“En esta etapa de mi vida, voy con la cámara de fotos a todos lados”
Se retiró de la Policía y la facultad lo tiene atrapado
Doña Hilda Stuht, 80 años de empuje por su biblioteca
Buscar antes y disfrutar después