“Recibí mucho y lo que aprendí me cambió la manera de ver la vida”

Domingo 12 de octubre de 2014
Sebastián Tiozzo tiene 29 años y nació en Eldorado. Fue becado por el Gobierno cubano y cumplió su cometido. Ya con el título de médico, estaba decidido a consumar ese compromiso moral con Cuba. Se alistó entonces en el Batallón 51 (Ver Un batallón...) y durante dos años estuvo en el Amazonas de Venezuela prestando servicios de atención primaria de la salud en las comunidades indígenas del Alto Orinoco. Su experiencia con el pueblo yanomami cambió su perspectiva del mundo y reforzó su vocación.
El Batallón 51 fue el nombre dado a los integrantes de la primera Promoción graduada en la Escuela Latinoamericana de Medicina (Elam) en La Habana, Cuba, en el 2005, por estar conformada por 51 pioneros de la medicina del socialismo en Venezuela.
Después de que Fidel Castro entregó las primeras becas a bachilleres de países latinoamericanos; de los 100 primeros candidatos de Venezuela, 51 fueron los que se graduaron como médicos cumpliendo los seis años de estudio. Por eso, Hugo Chávez los llamó el Batallón 51.

¿Qué te llevó a optar por hacer voluntariado en Venezuela?
Seis años dura la carrera y cuando nos vamos de Cuba, tenemos un compromiso moral, por eso quería hacer mi aporte en algún lugar donde más se necesite. El Batallón 51 es algo voluntario. Yo pedí ir al Amazonas y tuve la suerte de que me toque uno de los consultorios más alejados y pude vivir esa experiencia. Los médicos del Batallón 51 estábamos en la zona de Sierra Parima dentro del municipio Alto Orinoco. Los consultorios lógicamente estaban alejados unos de otros. Para irme al consultorio más cercano, donde estaba un compañero, caminé dos días e hice 20 horas en una lancha para cruzar el río.
Es un lugar muy grande, para tener una idea: el municipio del Alto Orinoco equivale cuatro veces a la superficie de Suiza. Es un trabajo voluntario, nosotros sabíamos a qué nos exponíamos.

¿Qué dificultades experimentaste?
Allá, por cuestiones geográficas, era mucho más complicado. Para empezar, en el Amazonas al consultorio no podías llegar en transporte, sólo en helicóptero. Entonces de ahí las visitas las hacíamos caminando. Mi consultorio atendía a 78 comunidades; de esas, 28 eran cercanas lo que significaba entre una hora y tres horas caminando, es decir, se podía regresar en el día. El resto de las comunidades necesitaba sí o sí quedarse a dormir allá porque eran más de ocho horas caminando. Nosotros salíamos con nuestra mochila llena de medicamentos y comida para estar cinco u ocho días caminando y atendiendo a la gente.

¿Cuál era el recibimiento de las comunidades?
Allá es una realidad distinta, los pueblos originarios casi no tienen contacto con el mundo occidental, entonces mantienen un estilo de vida ancestral. Las dificultades geográficas le hicieron mantenerse aislados de las cosas malas de la ciudad y les permite tener otro modo de vida. Ellos son amistosos con la gente que va a ayudarlos. Hace varios años que van médicos a esa zona.

¿Fue difícil que acepten la llegada de la medicina occidental en las aldeas yanomamis?
Para nosotros ahora es un poco más fácil. Allá uno tiene que ir a quedarse en la aldea, no hay otra manera de abordarlo. El médico que va allá, está meses en la selva atendiendo, caminando, no hay otra opción. En Venezuela tienen una brigada que se llama Batallón 51 que son médicos de diferentes países egresados de Cuba dispuestos a trabajar donde más se necesite. Yo fui parte de esa brigada y durante dos años estuvimos en el Alto Orinoco, cada tres o cuatro meses salíamos a la ciudad para buscar más alimentos o medicación, cosas así. Después volvíamos a la selva. Era bastante trabajo, muchas comunidades, y lo más difícil fue aprender el idioma para poder comunicarse.
Los primeros meses ellos no me atendían nada y yo tampoco, así que hubo personas que entendían el castellano y me ayudaban. Teníamos agentes sanitarios yanomamis que hacían de enfermeros, traductores y líderes. Entre todos lográbamos hacer las visitas al terreno, vacunar, hacer tratamientos.
Tuvimos la oportunidad de llegar a comunidades donde jamás había llegado un médico, ni siquiera un criollo había llegado. Recuerdo una vez que estuvimos 20 días caminando e hicimos una parte en bote atravesando ríos y pantanos. Pero teníamos nuestros ángeles de la guarda que eran los yanomamis que ellos conocen la selva y nos guiaban por los caminos. Muchas noches teníamos que dormir en la selva porque no había comunidades, entonces ellos nos armaban un techo para la lluvia, colgábamos unas hamacas, hacíamos fuego, comíamos y dormíamos para seguir caminando al día siguiente. Tratábamos de no caminar de noche.
Era gratificante llegar a esas comunidades después de tantos días, cansados, exhaustos pero ver la alegría, el reconocimiento.

¿Qué te dejó esa experiencia en el Alto Orinoco?
Muchas veces uno va con esa visión de que ‘vamos a dar algo, a llevar algo’. Después de dos años me di cuenta que recibí mucho más de lo que pude dar. Todo lo que aprendí me cambió muchísimo la manera de ver la vida. Ellos y sus principios comunitarios te dejan una enseñanza.

¿Qué principios?
Ellos no tienen propiedad privada. Todo lo comparten, en tanto cada comunidad tiene su autonomía con su sistema político. Sus lazos familiares permiten compartir todo, por ejemplo, cualquier hombre de la comunidad sale tres días de cacería y consigue cazar un animalito, viene y comparte con todos. Viven en viviendas comunitarias. Las aldeas son grandes como una cancha de fútbol, y la construcción son sólo paredes externas ya sea de madera o barro, un techo. Tienen un patio central. Eso simboliza mucho porque las paredes representan una manera de protegerse de las adversidades de la naturaleza. Uno puede diferenciar las familias dentro de la comunidad por el fogón. Cada fogón representa una familia.

¿Cuáles fueron tus momentos críticos?
Uno se enferma y a veces la pasa mal. A veces se termina la comida y teníamos que comer lo mismo que los yanomamis, desde gusanos, arañas, serpiente, mono, lo que venga. Hay que adaptarse a las condiciones. También uno se va dando cuenta que a medida que te mostrás más abierto a su cultura, ellos se muestran mucho más.

¿Y cuál sería tu diagnóstico de la situación sanitaria de esas 78 comunidades yanomamis que te tocó asistir?
Ellos por tener un estilo de vida más saludable, de la dieta, hasta ahora no tienen enfermedades como cáncer, hipertensión, cardiopatías, diabetes. En definitiva, no tienen enfermedades crónicas que son los problemas que tenemos en nuestra sociedad. En ellos predominan enfermedades infecciosas y las enfermedades respiratorias, malarias, paludismo. También el hecho de estar más alejadas de los medicamentos son más vírgenes, entonces cualquier medicamento que acá ya no hace efecto a ellos les salva una vida. Además si había una situación grave uno tenía que comunicarse con la ciudad para que manden un avión militar y sacar a ese paciente.
Teníamos una radio con la que nos comunicábamos con todos los consultorios y a la vez teníamos grupo electrógeno e internet satelital en el consultorio para informar qué necesitábamos.

¿Cómo fue compartir fechas importantes en medio de la selva?
Cuando llegué pasé Navidad, Año Nuevo, mi cumpleaños, todas esas fechas las pasé con ellos. Yo venía de seis años de festejar esas fechas lejos de mi familia argentina, así que estaba acostumbrado a estar lejos de casa.


Un batallón humanista El Batallón 51 en la actualidad lo integran cerca de 4000 médicas y médicos, y junto al Batallón 1013 y los Médicos Integrales Comunitarios conforman un ejército de batas blancas de más de 20 profesionales de la salud al servicio del pueblo venezolano.
Luego el Batallón 51 adquiere el nombre de la heroína Migleidys Estefanía Campos Guatache, quien junto a un equipo de soldados y civiles, se disponían a atender a una comunidad indígena en el Edo Apure cuando un fatal accidente aéreo segó su vida el 1 de marzo de 2006. Migleidys representa el espíritu abnegado y amoroso de los médicos del socialismo.
A lo largo de los años el Batallón 51 Migleidys Estefanía Campos Guatache ha cumplido diferentes tareas llevando la salud a las poblaciones mas vulnerables y excluidas de la salud tanto en el territorio patrio como en los países del continente: Haití, Bolivia y otros pueblos los han recibido como cooperantes y han llevado su digna tarea de ser médicos de ciencia y conciencia, siendo la vanguardia de la nueva medicina y la nueva salud preventiva.

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