Todo supone que los abusos que viene cometiendo la empresa monopólica del transporte de pasajeros entre Posadas, Garupá y Candelaria, es lisa y llanamente por la evidente complicidad de los gobernantes actuales, tanto a nivel del Ejecutivo, Legislativo y de los respectivos municipios y donde, de alguna manera, bastante tiene que ver la oposición. Si no hay competencia desde el mástil hasta Candelaria, y sin control alguno, es lógico que cada vez los abusos sean más arbitrarios y hasta inhumanos. Por ejemplo, con la excusa de que por fin se realizan obras en la ruta 12, sin tan siquiera habilitar paradas provisorias, la empresa “castigó” a los indefensos usuarios a resignarse a tolerar casi 2.000 metros desde el casino pegado a la Rotonda hasta más allá del Zaimán, un comportamiento similar pero mayor a los 2.000 metros que deben soportar los vecinos de Villa Bonita y su entorno desde donde estaba la Garita hasta frente a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, sin disponer que se ocupe la colectora que hace tiempo ya está pavimentada y que, sin embargo, la utilizan todos los días otros vehículos, inclusive colectivos de larga distancia.
Para peor ejemplo de una suerte de maldad, no obstante la tremenda precariedad de ese tramo, la empresa advierte y castiga a los choferes que son solidarios con los ancianos y que en los días de lluvias torrenciales deciden facilitarles el descenso en lugares próximos a sus domicilios. En la supuesta “estación de transferencia, ya es insoportable ser cautivos del fabuloso negocio que usufructúa la empresa y donde, también sin control alguno, regula la entrada y salida de las unidades según su conveniencia y no la del usuario. Es ahí donde ocurre la pérdida de tiempo que, según la hora, los usuarios deben esperar 10, 15 y hasta 20 minutos para abordar el colectivo y donde, como ejemplo, entre las 8 y 9.30, llegan a ese lugar hasta 16 colectivos trayendo más o menos 800 pasajeros de todos los barrios de Miguel Lanús, Garupá y Candelaria al aguardo de los colectivos amarillos para transportarlos al centro, pero vienen de a uno y muy espaciados para no más de 200 usuarios. Para el mediodía ocurre al revés: vienen del centro uno tras otro los amarillos trayendo pasajeros que vuelven a sus hogares y que deben esperar con impaciencia que aparezcan los verdes para transportarlos como sardinas humanas. Lo mismo ocurre a la siesta y a la noche respectivamente. Y esta terrible maniobra sucede por permitir que esa supuesta transferencia no es para optar otro destino, sino para descender y esperar para cambiar de colectivo.
Y esta suerte de “estafa” ocurre con más del 95% de los pasajeros que van y vuelven del centro. Lo correcto y que debe exigir el Gobierno es que se cumpla sinceramente la transferencia y quienes van o vuelven del centro, que no desciendan en ese lugar para perder tiempo y tener que viajar parados. Y si la empresa monopólica no puede o no le interesa servir al pueblo, pues bien, que se llame a licitación y así lograr competencia como la mejor manera de mejorar el servicio, inclusive con rebaja de las tarifas y hasta con aire acondicionado.